sábado, 22 de diciembre de 2007

El hombre del final de la barra

El otro día quedé en un bar. Llegaba pronto y me senté a esperar... No era muy tarde, tal vez las 9, el bar era uno de esos sitios donde la gente va a charlar tranquilamente o simplemente a pensar a la sombra de una cerveza.

Di un sorbo a mi bebida y la dejé en la barra. Mi cabeza se giró hacia el fondo de la barra y me fijé en el hombre que bebía solo en el rincón. La falta de luz le confería un aire "misterioso" y me quede mirándole hipnóticamente. Era un hombre alto, de complexión fuerte, buena presencia, pero corto y mirada perdida, de unos 40. Frente a él, un zumo de tomate al que daba sorbos mientras hablaba por teléfono. En sus gestos había algo que despertó más mi interés. No discutía, pero la conversación no le resultaba agradable. Escondía la cabeza detrás de unas grandes manos que luego pasaba por el pelo en un acto inconsciente. A menudo resoplaba o asentía en respuesta a lo que le decían al otro lado. Su mano se acercó de nuevo al vaso y pude ver como le temblaba ligeramente. Le oí decir con voz profunda, desgarrada: "me has roto" antes de colgar. Se quedó mirando al teléfono durante un rato que pudieron ser segundos o minutos mientras la pantalla apagada reflejaba su rostro descompuesto. Cuando volvió al presente, miró alrededor como preguntándose: ¿donde estoy?, su mirada se cruzó con la mía y algo dentro de mi se rompió! ¿Como una mirada puede ser tan triste? Es difícil de explicar, yo en ese momento vi a un hombre de ojos rojos y muy brillantes, le vi rendido a la situación y sin esperanza, con los hombros hundidos como si soportase una losa de 500 kilos. Era la mirada más triste que jamás había visto. Giré rápido la cabeza con la sensación de "me han pillado" y el sonrojo subiéndome desde el cuello, aunque no creo que eso le pudiese preocupar en esos momentos. Entre dientes dijo algo así como: "no puedo más". Apartó el zumo, llamó al camarero y le pidió un Brugal.

Supongo que apenas duró 2 minutos toda la acción, aunque a mi me pareció que habían sido varias las horas que pasaron... llegó mi cita y comenzamos a hablar, aunque mi mente una y otra vez volvía con el hombre del final de la barra. Le vi pedir varias copas más y en mi estomago el nudo se fue convirtiendo en bola y luego que una pelota mientras era testigo de excepción de su destrucción.

Fuí al baño y cuando volví, el desconocido ya se había marchado. Me despedí de mi cita al rato y volví a casa. De esto han pasado ya varios días pero por la noche, cada vez que cierro los ojos, su mirada me inquieta, me atrapa y me rodea. No recuerdo sus facciones ni su ropa ni el color de su pelo... pero de la expresión de su mirada, de eso, me acuerdo como si estuviese aquí, ahora mismo, mirándome desde el final de la barra ... "adiós desconocido"

4 comentarios:

Belén dijo...

Las miradas pueden hacernos sentir tanto, tanto!

Siento que fueras testigo directo de su tristeza, pero a veces nos toca ser ángeles de la guardia de personas que apenas las conocemos...

Te lo encontrarás de nuevo, ya lo veras...

Besitos

Putas y Princesas dijo...

uf me has sumergido en tu texto. como lo haces? hoy es navida. sé feliz.

besos, eva

Aldebaran dijo...

Belen,
Estamos rodeados de tristeza y felicidad. Es parte de las relaciones humanas, ¿no?

Eva,
Muchas gracias por tu piropo. Feliz año nuevo y que se cumplan algunos de tus sueños... pero no todos que hay que dejar algo para el siguiente año ;-P

Besos a las dos!

Putas y Princesas dijo...

feliz año !!! y aver si actualizas