martes, 23 de marzo de 2010

¡Que vacia se queda la habitación!
cuando se extingue la locura
entre hebras finas de pasión.

Es entonces cuando la niebla se disipa a mi alrededor
dando paso a una silueta tan delicada
tan perfecta sobre el colchon
que me hace olvidarte, renaciendo a la vida
para fundirme entre jadeos y culpabilidades.

Pero tras la tempestad, cuando llega la calma
solo queda un campo de batalla arrasado
y el amargo sabor de un recuerdo roto mezclado con alcohol.

Entonces, las gotas de rocio que perlan al angel caido
como pequeños puñales de remordimiento
se abren paso reclamando un alto precio
como triste pago a tu traicion.

Y de la mano, tus recuerdos se tornan asperos
mientras dibujan grotescos zarpazos
en la espalda olvidada de una musa
que tras la agonía se pierde para siempre.

... Señora,
nuestros pecados son nuestros verdugos
que sin compasión vuelven todos los ocasos
para recuerdanos que no queda nadie para perdonarnos.